
24 Oct GRACIAS SALVADOR
Estamos habituados a temer y a sufrir por aquello que desconocemos y la muerte es una de esas situaciones en la vida, que a pesar de no saber cómo es, seguimos eligiendo verla de una forma estremecedoramente dolorosa. Es muy común, aún hoy en día, sentir tanto el dolor por la pérdida de un ser querido, como también el sufrimiento por la confusión de no saber cómo vivir esa pérdida ni ese dolor.
En el caso de la muerte no importa si es ajena o propia, la confusión y la inseguridad que pone de manifiesto este misterio sin resolver es igualmente intenso, porque así como usamos la vida para alejarnos los unos de los otros con nuestras historias personales, la muerte acaba con ellas y termina uniéndonos a todos en el mismo lugar, despojados de toda máscara.
Ayer supe de la muerte inesperada de un buen amigo, Salvador. Hacía seis meses que le conocía, pero su pasión por compartir en todos los ámbitos humanos una mirada basada en el amor y la paz, nos unió en una bonita y profunda amistad. Él quería encontrar la paz profunda de la que tanto había leído en muchos libros de enseñanzas sobre el misterio de lo humano. Sobretodo quería hacer llegar a sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, las ideas que a él le habían ayudado a despertar una mirada viva y honesta ante la vida. Hablaba como los niños, apasionado e inocente, conocedor de que lo único que tiene sentido en este mundo es la paz que brinda el amor.
Cuando supe de su muerte, primero me sentí muy sorprendido y luego profundamente agradecido por haber llegado a tiempo a conocerle y por saber que finalmente, había llegado a un punto en su pasión personal en el que ya no necesita más andar por este mundo. Su pasión ahora ya no tiene límites.
La pregunta, qué es la muerte y cómo vivirla, puede que siga en pie a este lado de nuestra realidad, uno de sus amigos me pregunta cómo enfrentar una situación así en la que una mujer y dos niños quedan sin su esposo ni su padre. Detrás de esta pregunta de nuevo, mi ignorancia asoma la cabeza porque no existen unos pasos preestablecidos a seguir ni un conocimiento previo que nos ayude a vivir la muerte. Sólo la muerte nos puede enseñar a vivir la muerte, sólo ella tiene la capacidad de desvelar el miedo que escondemos detrás de nuestra versión frágil de la vida. Sólo la muerte puede mostrarnos que ella no mata, sino que transforma.
Nuestra dificultad a la hora de descubrir el mundo que existe detrás de ella se debe a que la hacemos responsable de nuestro dolor, de nuestro vacío y de nuestra soledad que parece dejar a su paso, pero a estas alturas ya sabemos que dicho dolor, dicho vacío y dicha soledad están ahí día tras día acompañándonos, siendo enmascarados por nuestra forma de vivir.
Salvador no ha dejado un vacío, ha dejado un gran legado de paz por ser recorrido. Gracias amigo.