
10 Abr ENTREVISTA DE REVISTA VERDEMENTE: TENEMOS MIEDO DE VIVIR NUESTRA VIDA
«Tenemos miedo de vivir nuestra vida»
En vez de «darnos a la vida», la mayoría de nosotros esperamos que sea la vida la que nos dé lo que creemos necesitar para ser felices. Este podría ser el núcleo de lo que Sergi Torres nos propone en esta entrevista. Que la Vida en sí misma no contiene miedo, sino que el miedo surge de la equivocada dualidad entre nosotros y la Vida.
Disfrutar del silencio y la soledad, paseando por el bosque que hay cerca de su casa, es de las cosas que mejor le sientan a Sergi Torres, cuando los encuentros y conferencias le dejan algo de tiempo libre. «No suele apetecerme relacionarme mucho. En este sentido soy muy mal amigo y no demasiado social. Sin embargo, como más disfruto seguramente, es compartiendo con mi familia, mi pareja Sara y nuestro hijo Arnau, de ocho años. Con ellos disfruto de lo más simple, como puede ser hacerle la cena a Arnau o acompañarle por la mañana al colegio o estar envuelto en una manta con Sara viendo una película. Yo soy el encargado de hacer las palomitas», nos cuenta al consultarlo sobre sus momentos de vida familiar.
Y a pesar de las pasiones deportivas que le despierta el Barça, equipo al que sigue siempre que puede, el momento más sentido y degustado por él llega cuando todos en la casa se van a dormir: «cuando todos están acostados y yo me quedo un par de horas más en pie», confiesa. «Esas dos horas de silencio, las agradezco mucho. Son un espacio para disfrutar de nada y de todo, para desaparecer…»
Desaparecer, y meditar un momento sobre los conceptos con los que abrimos la entrevista: la vida, la fe y el miedo.
¿Qué es para ti la Vida?
Hasta donde yo sé, todo es Vida, pero para ser consciente de esto, debo parar de aferrarme a mi forma particular de verla y de vivirla. Sólo cuando me abro a Ella, entonces veo la esencia de todo lo que me rodea y ocurre en “mi vida”. A esta esencia yo la llamo Vida.
¿Y la Fe?
La Fe es un sendero a recorrer que uno empieza a ciegas, con coraje y una clara decisión de llegar a descubrir lo que se encuentra al final de ese sendero. El sendero de la Fe nos puede llevar a una gran sabiduría, siempre y cuando no convirtamos la fe en un saco de creencias o de ideologías que nosotros queremos que sean ciertas sí o sí. Cuando he sentido la verdadera Fe, reconozco que lo primero que he sentido es mi ignorancia más absoluta. Por eso dije que es un sendero que requiere coraje y una clara decisión, porque sino, uno se para en este primer paso y cae en la trampa de substituir la ignorancia por una creencia que suele estar muy alejada del destino del sendero de la Fe.
Durante mucho tiempo para mí, la Fe fue algo a lo que debía agarrarme en momentos de dificultad. Era una creencia optimista de que todo iba a salir bien, en lugar de ser una oportunidad para hacer frente a mi ignorancia de no saber cómo vivir ese conflicto.
Por ejemplo en una situación de despido laboral, tener fe no consiste en creer que uno va a encontrar trabajo pronto, sino más bien, no tener miedo de vivir esa experiencia de vida tal y como es.
¿Y el Miedo?
Cada vez se me hace más difícil expresar lo que para mí es el miedo, porque mi visión del miedo cada vez es más simple, y lo simple no tiene sentido explicarlo, sino vivirlo. En realidad el miedo no es nada en sí mismo. Es, más bien, la consecuencia o el efecto de haber decidido olvidar algo que es básico para poder vivir una vida sin miedo: saber quién soy, cual es mi origen y dónde estoy ahora. Cuando uno no recuerda estas tres cosas, que en realidad son la misma, empieza a sentir un vacío de certeza. A este vacío yo lo llamo miedo.
¿Crees que el miedo lo produce la profunda transformación que buscamos y no conseguimos, o está en la raíz de todo?
El miedo es la raíz de nuestro mundo: de nuestra forma de relacionarnos, de nuestra forma de amar, de nuestra forma de vivir en general. Sin embargo, la Vida en sí misma no contiene miedo. Ese contraste genera mucho dolor. De ahí que tratemos de evitar todo lo que ponga en evidencia a nuestro miedo, porque también pone en evidencia a nuestro dolor.
Cuando iniciamos un proceso de transformación que nos va a llevar de estar desconectados de la Vida a conectar de nuevo con ella, el miedo emerge para ser limpiado o llenado de Vida. No es la transformación la que produce miedo, sino que lo hace consciente. La verdadera transformación evidencia el miedo que tenemos a soltar nuestra forma de vivir, para que en última instancia podamos ver que ese miedo no es nada en realidad.
Si en verdad tenemos miedo de vivir nuestra vida, ¿qué tipo de vida hemos vivido hasta ahora?. O dicho de otra forma, ¿qué patrones de conducta nos han ayudado a sobrevivir en una vida con miedo?
Patrones basados en la irresponsabilidad. Dicho de otra forma, patrones basados en el “no querer” asumir nuestro propio miedo y dolor. Eso nos ha llevado a tener que hacer responsables a los demás y a nuestra vida de lo que a nosotros nos ocurre, o de lo que nosotros pensamos, o incluso sentimos. A su vez, eso nos ha llevado a un tipo de comportamiento totalmente incoherente: querer ser felices sin estar dispuestos a asumir la responsabilidad de nuestros propios obstáculos a la felicidad.
Propones «honrar la vida» y no intentar cambiarla, que es lo que hacemos todo el tiempo. ¿A qué se debe esa «no aceptación» con la que vivimos?
Se debe a no ser conscientes de que nosotros somos Vida y de que lo que ocurre en nuestra vida es efecto de nuestra forma de pensar (creencias, personalidad, etc). Cuando olvidamos que somos Vida, surge una sensación de disociación, es decir, que nos vemos separados de la Vida. Por eso creemos que nosotros «vivimos» nuestra vida en lugar de ver que nosotros «somos» la Vida. Cuando uno honra a la Vida, es lo mismo que honrar a su vida y eso es lo mismo que honrarse a sí mismo. Cuando uno hace lo contrario, rechazar la Vida, sin darse uno cuenta se está rechazando a sí mismo. Por eso, rechazar un acontecimiento o a una persona duele tanto, porque es a nosotros a quien rechazamos en realidad.
En tus conferencias parece que partes de ciertos supuestos: que no disfrutamos de la vida sino que le tememos. Que no aceptamos al otro sino en la parte que conecta con nuestra bondad. ¿Es esto así?
La palabra “disfrutar” proviene etimológicamente de “disfructus”, y viene a significar algo así como sacar el fruto o dar fruto. Visto desde este prisma, la gran mayoría no solemos darnos a la vida, sino que más bien esperamos a que sea la vida la que nos de aquello que nosotros creemos que necesitamos para ser felices. Esto es así debido a la percepción separada que tenemos de las cosas. Es decir, percibimos lo que nos rodea como algo ajeno a nosotros. Incluso a nuestra vida la vemos como algo que ocurre sin que nosotros tengamos mucho que ver en ella. Al no tener despierta la percepción unitaria, creemos que la vida puede llevarnos a vivir algo desagradable o temeroso.
Por lo que se refiere a los demás, ocurre lo mismo. Al no tener despierta la percepción de unidad, percibimos a los demás como si fueran ajenos a nosotros. Así que cuando tratamos de relacionarnos con ellos no somos conscientes de que en realidad nos estamos relacionando con nosotros mismos. Cuando abrimos nuestro corazón, la conciencia de unidad se puede abrir también y ofrecernos así una perspectiva completamente distinta. Ahí es donde reside el Amor sin condiciones. Toda experiencia nacida del corazón nos une, porque nos lleva a ver más allá de nuestras percepciones humanas, basadas en la comparación, la diferencia, etc.
De qué manera podemos aceptar que los demás – pareja, familia, amigos- tienen la necesidad (y el derecho) de vivir sus vidas fuera de nuestro control, estemos o no de acuerdo con lo que ellos decidan hacer con sus vidas?
Es obvio que los demás forman parte de nuestra vida, así que de nuevo, cuando no aceptamos sus vidas o su forma de ser, rechazamos a nuestra vida y a nosotros mismos. Sólo hace falta ver el dolor que implica tratar de cambiar la vida de otro. Aunque lo más curioso es darse cuenta de que cuando me relaciono con otra persona en realidad no es con ella con quien me relaciono sino con mis opiniones acerca de esa persona. Esto genera la conocida sensación de incomunicación con los demás o el no sentirse uno totalmente querido por los demás. Sin embargo, cuando nos relacionamos primero con nosotros mismos desde lo más profundo de nuestro Ser, entonces encontramos lo esencial, y en lo esencial todos estamos unidos. Ahí la necesidad de ser comprendido, respetado o amado desaparecen, y resurge el agradecimiento por el otro sin importar lo que nosotros vemos que hace o deja de hacer. Cuando descubres que amar te lleva a la paz y que no hacerlo genera dolor, uno decide amar a pesar de que quizá al principio cueste. Pero no debemos olvidar que estamos aprendiendo. Lo más importante es tomar la decisión de amar. El resto llega por si solo.
Has dicho alguna vez que cuando tenemos miedo estamos equivocados. ¿Crees que el miedo es falta de Fe? ¿Por qué nos cuesta tanto vivir sin miedo?
“Cuando sientes miedo es porque estás equivocado” es una de las premisas del libro “Un Curso de Milagros”. Se refiere a que cada vez que sentimos miedo es debido a que estamos interpretando incorrectamente aquella situación que nosotros pensamos que nos produce miedo. Cuando conseguimos verla más allá de nuestras “historias personales” podemos ver que no hay nada que en realidad pueda afectarnos si nosotros no elegimos previamente sentirnos afectados. Muy pocos son conscientes de ese tipo de elecciones porque ocurren mayormente en el ámbito de nuestro inconsciente. Cada vez que sentimos miedo es porque hemos permitido que una parte de nuestra consciencia olvide su identidad universal.
El miedo es ausencia de consciencia, es pura ignorancia. Nos cuesta tanto vivir sin miedo porque nos da miedo vivir sin miedo. ¿Qué paradoja verdad? El miedo es un circuito cerrado de pensamiento. Salir de este circuito tan conocido por nosotros supondría un vuelco entero a nuestro mundo, a nuestra forma de ver y de sentir las cosas, y eso nos da miedo. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, es el estandarte de la gran mayoría de la humanidad.
Cuando tú dices «la vida no piensa, no opina, la vida es» ¿qué nos quieres sugerir?
Que nosotros solemos hacer justo lo contrario. Somos fruto de Algo que no opina ni juzga las cosas como buenas o malas. Sin embargo, nosotros hemos inventado una forma de pensar y de ver las cosas moral y dual, que es opuesta a la que la Vida tiene. Sabiendo esto y teniendo en cuenta que somos producto de la Vida, entenderemos ahora el porqué del dolor y del sufrimiento que acarreamos durante tantos miles de años.
Sentimientos como la tristeza, soledad, miedo, ocurren cuando estamos desconectados de la vida. ¿Qué haces con ellos al sentirlos? ¿Cuál es entonces tu manera de conectarte a la vida?
La verdad es que a la hora de explicar a los demás como conectar con la Vida, me doy cuenta de que en realidad a mí todo esto se me escapa, está muy lejos de mi comprensión. Lo único que sé es que vale la pena parar de huir y empezar a sentir y vivir. El resto ocurre de forma natural. Esto natural es lo que yo no alcanzo explicar con palabras o conceptos porque responde a una Inteligencia infinitamente superior. Todo tiende a la Vida, por lo tanto, si paramos de huir de las situaciones de nuestra vida, seremos arrastrados hacia la Vida de nuevo. Simple, ¿verdad?. Tan simple como difícil.
Tú nos haces una pregunta muy liberadora: «¿qué escondes tú ahí dentro, que aún no has puesto en juego en tu vida?». Poner en juego implicaría riesgo, y riesgo lleva al miedo. Si lo que podemos manifestar es «el ser», es «la vida», la parte luminosa de nosotros, por qué el miedo tiene más peso y nos anula?
Por un lado porque no recordamos esa parte interna de conciencia plena. Por el otro, la intuimos suficientemente como para temerla. Intuimos, aunque sea muy inconscientemente, que al despertar esa parte del Ser en plenitud, nuestra vida dará un vuelco completo y que nunca volverá a ser lo que era antes. De algún modo preferimos sufrir que despertar nuestra paz, porque el sufrimiento lo conocemos, pero a la Paz no.
Cuando te refieres al amor que siente mi vida por mí ¿te refieres a Dios? ¿Por qué no mencionas a Dios (espiritual, no religioso), siendo que la imagen que tienen las personas de «la vida» es finita y vulnerable?
Cuando digo Dios, lo que digo está tan sumamente alejado de la palabra Dios, que dejé de usarla. Al cabo de un tiempo, y sin ser premeditado, me encontré en una conferencia hablando sobre la Vida en términos de conciencia universal, y vi que estaba nombrando a Dios con una palabra desprovista de significados propiamente religiosos, filosóficos o espirituales en general. Dios no responde a religiones ni ideologías. Ni tan si quiera es espiritual. Aunque, al fin y al cabo cuando se habla de lo Absoluto no existen palabras ni conceptos que lo definan ni lo nombren.
¿Cuál crees que es la forma en que las personas se relacionan con un poder superior, llámese Dios, Energía o Vida?
En realidad no hay “forma” de relacionarse con lo divino, porque nosotros mismos somos una forma de Dios. Dios es todo, por lo tanto no existe, en realidad, una forma de relación con esa Conciencia Suprema, porque, al ser Una, no existe nada con lo que poder relacionarse. Sin embargo, cuando perdemos nuestra consciencia divina, olvidamos esa unidad y empezamos a tratar de restablecer esa conexión viendo a Dios como algo separado de nosotros. Es ahí cuando nace el deseo y la necesidad de ser felices y de vivir en paz, pero nunca funciona bajo el prisma dual, humano. El recuerdo de nuestra identidad divina siempre viene de Dios hacia nosotros y no al revés. Lo interesante de esto que digo no es saberlo ni comprenderlo, sino vivirlo.
Muchas de las personas que leen nuestra revista buscan respuestas a su dilema espiritual; otras simplemente «buscan» alternativas posibles que mejoren su vida. Tú siempre dices que las respuestas que buscamos están mucho mas cerca, dentro de nosotros…
Recuerdo cuando yo buscaba. Recuerdo esa sensación de “ahora sí, ahora sí” o la de “esto sí, esto sí” o la de “esta chica sí que sí”. Sin embargo la búsqueda implica más búsqueda. Es lógico que uno no pare de buscar mientras siga sintiendo un vacío interior. Lo curioso es que buscamos llenarnos desde fuera. La búsqueda termina cuando por fin uno se abre a aprender a aceptarse a sí mismo completamente.
Si lo miramos de nuevo, desde los términos de la Vida, veremos que la Vida se está dando todo el tiempo. En cambio, cuando nosotros buscamos, lo que hacemos es tratar de obtener aquello que creemos que al conseguirlo nos hará sentir plenos (felices o en paz). Esto es lo opuesto a lo que la Vida hace; dar es lo opuesto a tratar de obtener. Por eso es que nuestra búsqueda nunca nos sintoniza con la Vida y al no sintonizar con Ella, seguimos sintiéndonos vacíos, y por lo tanto, necesitando buscar algo que nos llene.
Lo más curioso del buscador es culpar a aquello que encuentra en su búsqueda, de no llenarle suficientemente. Irónico, ¿verdad?. Yo lo hice durante muchos años. Culpé a mis amigos, parejas, trabajos, familiares y circunstancias, de no llenarme. Les culpaba de tener que seguir buscando, cuando era yo quien tenía pánico de encontrarme a mí mismo.
Entrevista de Mario Martínez Bidart para la Revista VerdeMente